Contra toda creencia by Vicente Gallego

autor:Vicente Gallego [Gallego, Vicente]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Pendiente.
ISBN: 978-84-9988-333-5
editor: Editorial Kairós
publicado: 2012-11-15T00:00:00+00:00

La integración de la vivencia:

el hombre verdadero sin ubicación ni rango

Margarita Porete, en su maravilloso libro El espejo de las almas simples, uno de los más hermosos cantos a la Libertad jamás escuchados, usó un término con vocación metafórica: Lejoscerca –ojeada dirá después Tauler; relámpago el maestro Eckhart–, para referirse a ese asomo integral que nos abre a lo sin-forma y nos devuelve al mundo desvelados: 'Ese Lejoscerca que llamamos relámpago a la manera de una abertura que se cierra apresuradamente, rapta al alma del quinto estado y la introduce en el sexto mientras dura su obra, y de esta manera ella es otra; pero muy poco dura ese ser en el sexto estado, porque es devuelta al quinto. Y no es maravilla –dice Amor–, pues la obra del relámpago, mientras dura, no es otra cosa que el atisbo de la gloria del Alma. Eso no permanece en ninguna criatura por espacio más largo que el de su movimiento. Y por ello ese don es tan noble –dice aquí Amor–, porque obra en el alma sin que esta llegue a apercibirse ni tener constancia. Pero la paz –dice Amor– de la obra de mi obra que permanece en el alma cuando obro es tan deliciosa, que Verdad la llama el alimento glorioso, del que no puede nutrirse nadie que habite en el deseo'. Tras ese rapto, el que regresa al mundo es el hombre nuevo cantado por Pablo, el que se siente uno con la totalidad de lo conocido e idéntico a lo incognoscible.

Cumplida la irrupción de lo inaudito, es sorprendente la facilidad con que se integra la vivencia en el curso de lo cotidiano. Dice el zen que, al principio de la búsqueda, los ríos son tan solo ríos; luego, puesta en tela de juicio su realidad autónoma, dejan de serlo. Finalmente, cuando el indagador corona su pesquisa y se asienta en sí, los ríos son de nuevo ríos, y podría decirse que solo entonces los ríos son ríos por primera vez de manera indudable. El despertar no se alza contra el universo ni contra nosotros, sino contra nuestra manera parcial de percibirlo y de percibirnos; es la piedra de toque que, en el mismo instante en que echa abajo todas las cerrazones con que habíamos cubierto la realidad infinita de cada cosa, reestructura el mundo sin dejar una brizna de hierba fuera de su abrazo familiar. Dôgen nos dejó dicho: 'Tras estudiar con mi maestro, comprendí plenamente que los ojos son horizontales y la nariz vertical. Con las manos vacías, vuelvo a casa'. El zen no quiere nada con un Dios que no ande entre pucheros como el de Teresa, pues si la sabiduría niega el sentido de separación y la pretendida autonomía de la parte frente al todo, eso no le impide destacar y celebrar el hecho de que, en el mundo, cada cosa tenga el valor de lo irrepetible, puesto que la unidad se manifiesta por entero en lo particular y es valedora de sí en toda la pluralidad de sus matices.

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